lunes, 30 de agosto de 2010

Los motivos del conde von Holnstein


Blasón de la familia de los condes von Holnstein, cruzado de la armas de Baviera

En la primavera de 1867 - año del matrimonio del conde Holnstein - Richard Hornig, hijo del encargado de las caballerizas reales, entró al servicio personal de Luis II. Si bien al principio el personaje podía parecer insignificante, la personalidad del Rey - que necesitaba a su lado personalidades fuertes - hizo que adquiriera cada vez mayor importancia, al punto de convertirse en un factotum real.
No sabemos si el conde Holnstein fue amante de su primo real, ninguna preuba ha sido descubierta por el momento y más parece que en su adolescencia y primera juventud Luis II mantuvo amores masculinos más bien platónicos.
El "reinado" del favorito Hornig perduró hasta 1885, en que fue reemplazado por Karl Hesselwerdt. Dieciocho años de privanza era demasiado para el ambicioso Holnstein a quien importaba mucho más el poder y la influencia en la corte que la amistad o el amor del Rey. Si bien continuó en su cargo de Caballerizo Mayor de Su Majestad, su radio de influencia comienza a abandonar las habitaciones del Rey para entrar en la política y la diplomacia, para la cual no se encontraba preparado.
Puesto que Luis II tenía las ideas claras con respecto a la formación del Reich (que parecía en todo caso inevitable), no se comprende porqué envió a Holnstein a Versalles - poco capaz en tratativas diplomáticas - para entrar en conversaciones.
Por lado del monarca, 1867 parece ser un annus terribilis puesto que no sólo Holnstein contraía matrimonio sino que su íntimo, Paul von Thurn und Taxis, anunció su intención de casarse con una cantante y actriz. Esese el momento preciso en que llega Hornig, al que Luis II abre la intimidad de su vida en un momento en que parecía quedarse huérfano de quereres.
La "Kaiserbrief" muestra sin embargo cómo Maxiiliano von Holnstein era capaz aún de imponerse a la voluntad o desidia del Rey, a favor de una causa dela que podía adquirir no sólo una gran importancia sino pingües rentas.
La extraña conducta del Rey, las intrigas veladas de la Familia Real y las ambiciones de algunos políticos de turno hicieron que Holnstein se decantara finalmente por la causa del príncipe Liutpold.
Ante Luis II que se debilitaba a ojos vistas, para Holnstein era necesario que el Rey fuese desposeído de su cargo: teniendo a Bismarck de su lado, lo mismo que al futuro regente como al Primer Ministro, no tenía nada qué temer. Y existían también el pot-de-vin prusiano que podía ser descubierto y provocar en Luis II una de sus cóleras bíblicas. En una palabra: el poder bien valía una amistad traicionada.
Pero al mismo tiempo, Holnstein sabía que Luis II era amado y defendido por el pueblo sencillo, por aquellos que lo llamaban afectuosamente "El Rey de los Alpes" o "El Rey Luna", por su afición a viajar de noche.
Encarcelado pero vivo,Luis II era un peligro permanente para los nuevos dirigentes del Reino.
Pocos "ven" al conde Holnstein ejecutar personalmente a Luis II, pero recordemos que el conde tenía ya en sus haberes la muerte de su cuñado. Si la mano asesina no fue suya bien pudo haber sido el cerebro del asesinato.

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